lunes, 1 de diciembre de 2008

Cuento "Desiree" por kalima Vico

Desiree


“Debo advertir que esta no es la dulce y tierna historia que alguien le contaría a sus delicados hijos menores. No es una historia con trágicos momentos pero con un final feliz como si nada hubiera pasado, así que es mi deber recomendarle al lector que lo piense dos veces antes de leer esta historia de apariencia tan apacible. Y que lo entenderé si quieren dejar esta historia donde estaba y tomar una feliz y romántica historia de su biblioteca. Más suave y menos trágica.”

Desiree era una persona dulce y una buena madre aunque pobre, viuda y con tres hijos. Su marido la había dejado. Ya no era como en los viejos tiempos, no tenía el encanto, la belleza, ni las curvas de sus primeros días juntos. Anteriormente había sido una bella negra haitiana, deseada por hombres y con muchos amores vividos, pero la edad era irremediable y sus días habían pasado, pero su hombre parece que no entendía ese concepto.
Era su primer día sola en la casa, todavía sus pequeños se preguntaban qué había pasado con el papá; ella permanecía muda sin querer contestar mirando hacia la ventana que daba hacia la ciudad. Ella era fuerte e independiente pero había gastado los mejores años de su vida con ese hombre al que todavía no había logrado olvidar.
Era 14 de Abril, hacia ya un año que él se había ido; el día de su aniversario. Era la fecha de todas las preguntas y recuerdos del pasado; todavía conservaba ese viejo álbum de fotografías en el que él estaba en las últimas páginas de su vida. Páginas que arrancó en ese mismo momento y tiró al fuego en un ataque de ira. Deberían cumplir 28 años de casados. Él debería entrar cansado del trabajo, olvidando una vez más su regalo, y queriendo disculparse con su repetido beso en la mano. Pero ya estaba ahogada en su amor, asfixiada del dolor pero era hora de superarlo y de irse de esa casa que tan malos recuerdos le traía.
Decidió mudarse con sus tres hijos a la casa de una amiga y olvidar esa destartalada casa que le producía un profundo malestar...
Empacaron lo poco que tenían, unas desgastadas y agujereadas prendas, algunos de sus juguetes y su álbum de recortes sin las últimas páginas. Se iban caminando por un largo sendero, ya estaban acostumbrados, tenían que hacer ese intransitable paseo cada vez que querían ir a comprar algo en el mercado. Su amiga era soltera igual que ella, al fin alguien que entendía un poco su rencor.
Transcurrieron dos años sin saber de él; ella creía que su amor ya había pasado, que su vida estaba bien nuevamente, que al fin lo había superado, que el río se había llevado sus problemas.
El nuevo matrimonio de su ex-esposo había tenido menos suerte que el suyo, así que el había vuelto para buscarla y recuperarla. Pero para volver a tratarla como basura; ¡no, ella no volvería a soportarlo otra vez, su dignidad, valía más que eso! Ella creyó que había llegado allí gracias a uno vecinos amigos suyos, pero tenía la suficiente autoestima para no preguntárselo.
Él no cesó de buscarla. Al echarlo de la casa una y otra vez, él permaneció allí de rodillas día tras día durante toda una semana con sus flores favoritas en la mano, y suplicando su perdón, con poemas de amor.
Era una situación algo desesperante, Dessire necesitaba una salida, una escapatoria, un remedio para salir de este deseo añejo vuelto realidad.
Necesitaba algo más que esperanza y paciencia. Entonces fue a ver magos, brujas, sacerdotes y vudús; ese fue el fin del laberinto.
Al explicarle su problema a Selene, la sacerdotisa más reconocida del lugar, salió de allí con una lista de lo que debía conseguir para poder lograr su cometido:
• Tela blanca, de algodón o similar.
• Aguja e hilo grueso, lana de color violeta.
• Lanas de varios colores para el pelo.
• Algodón para el relleno base.
• Hierbas y Semillas
• 1 marcador o rotulador indeleble.
• Botones para los ojos y tijera.
• 1 cartón o cartulina para hacer el molde.
• Un detalle de la persona a la que le debían hacer el hechizo.

No fue difícil conseguirle esos elementos para que pueda seguir con la práctica de ese extraño sortilegio. Cuando el muñeco vudú estuvo terminado quedó algo decepcionada, se vio en su cara de desaprobación; era apenas un muñeco de apariencia infantil e inofensiva no parecía bastante real y poderoso como le había dicho. Pero estaba desesperada y era algo que necesitaba hacer antes de no perder su cordura. Lo único que faltaba en el muñeco era un detalle de su hombre, de esa persona no lograba recordar ni un detalle mínimo ya fuera de su carácter o de su apariencia, había pasado tanto tiempo que ya se había olvidado totalmente de algo especial en él, hasta de sus ronquidos. ¿Por qué ella se había enamorado de él? ¿Qué le había atraído de él entre su grupo de amigos? No podía saberlo, no. Fue real el dicho que tanto había ignorado “siempre piensa antes de desear algo.”
Lo único que necesitaba era una fotografía suya para poder dibujar algo físico. Tras prometerle a Selene que volvería al día siguiente, salió corriendo hacia la casa de su tan amable compañera que estaba cumpliendo con su diario trabajo de camarera. Los niños seguían en la escuela así que podía hacerlo a solas. Contaba con el álbum de fotos del que podría rescatar alguna fotografía del innombrable. Lamentablemente la racha de mala suerte seguía. Durante un ataque de rabia en su aniversario 28 había arrancado las páginas donde figuraban imágenes de su antiguo marido, si así se le podía llamar. Inmediatamente y como un flash acudió a su memoria un recuerdo diluido: en la foto de la primera navidad que pasaron juntos se podía ver perfectamente la cara de su ex-esposo, lo veía y volvía a recordar su juventud tan lejana, podía ver sus rasgos, su lunar en la oreja, su sonrisa de oreja a oreja, su risa melódica, creía poder tocar ese recuerdo; cuando de pronto alguien tocó a la puerta, era los niños que ya habían terminado la jornada escolar. Pero no tenía tiempo de hablar con ellos, debía ir con Selene antes de que el reciente recuerdo se borrase, les preparó la merienda y los llevó a la casa del vecino, después de allí salió disparada.
La sacerdotisa vudú la esperaba, como si ya lo hubiera presentido le dijo:
- Ya era hora, te tardaste mucho. Dime ahora la característica del hombre para poder terminar el muñeco vudú.
Desiree no quiso preguntar, solo le contó del lunar en la oreja y de su sonrisa de oro, tampoco quiso mencionarle nada sobre su recuerdo de aquella navidad.
Después de dos horas y de unos extraños encantamientos con agujas de coser clavadas en el cuerpo del muñeco, el embrujo estaba listo. Aunque ella no sintió nada, Selene le dijo que el hechizo ya había sido aplicado y que se llevara el muñeco en caso de necesidad.
Ya estaba hecho, así que no había marcha atrás. ¿Él ya se había olvidado de ella? Como saberlo hasta esperar al día siguiente a las 8:00hs en punto.
Era la hora a la que debía venir él a suplicar a su puerta. Ya había pasado el cartero, los chicos del vecino que venían a jugar con el perro, pero él no aparecía. Al fin su felicidad sobrepasó los límites de la realidad; era tan feliz como había sido los primeros años, ya no había nada que esperar. Pero extrañamente otro recuerdo del pasado apareció como el flash de una máquina fotográfica, se veía a ella mirando a un hombre tirado en el suelo con un lunar en la oreja y una tristeza infinita; quiso tocarlo, quiso ver si era su imaginación o si era real; pero en ese preciso momento llamó su amiga para tomar juntas el desayuno. Estuvo tan cerca de tocarlo, fue apenas unos segundos, pero lo más extraño no era que le pasaba lo mismo por segunda vez, si no, que no era algo que le hubiera pasado antes, de hecho, no le había pasado nunca.
Pasaron días sin verlo, después vio exactamente al mismo hombre de su sueño, resulto ser una visión, algo que iba a pasarle, un presentimiento. Se acercó más al hombre; si había aparecido en su premonición significaba algo. ¿Tenía ese pobre algún significado? Al verlo de cerca con ese lunar en la oreja y esa tristeza infinita lo reconoció al instante, era él, su ex-esposo ¿pero que hacía él ahí? ¿Que significaba? Al acercarse y decirle un simple “Hola” le respondió:
- Hola, no tienes una limosna
- ¿Pero qué haces tú aquí? Eres rico, ¿no me recuerdas?
- Si fuera rico crees que estaría aquí ¿Ya me habías dado dinero antes? No me acuerdo ni de mi nombre.
- Te llamas Gastón y eres mi ex marido, te fuiste con una rubia el día de nuestro aniversario.
- ¡Qué tonterías dices! Espantas a la gente, necesito dinero, si no tienes, vete.
Después de este extraño diálogo, parecía otro hombre, ella había estado bastante tiempo con él, pero no podía reconocerlo. ¡El muñeco! Algo debió salir mal en el procedimiento porque ella había pedido exactamente: “Deseo que mi esposo se olvide de mí” que habría de mal en estas palabras. Claro “olvide”, esa era la palabra enredada, se olvidó de ella y de todo lo demás, era amnesia total.
La única solución era volver a ver a Selene para que arregle este gran lío en el que ella sola por rencor había cometido. Cuando llegó al lugar en el que debía estar la tienda donde la acogió por primera vez la sacerdotisa vudú, no encontró nada más que un negocio de comida chatarra. ¿Qué había pasado? ¿Cómo se había construido ese edificio en apenas un día, que había sucedido? Cuando entró en la anticuada, estropeada y desordenada tienda a preguntar la dirección de la sacerdotisa, le contestaron:
- ¿De qué esta usted hablando?
- Del negocio de una mujer, que estaba aquí hace menos de un DIA.
- Lo sentimos mucho señora, pero este negocio hace 28 años que esta aquí.
Al salir de esa tienda desconcertada, perturbada y creyéndose loca no podía creer que todo habría sido solo un mal sueño. Pero pasó por el mismo lugar en el que estaba el hombre pidiendo limosna y sí, allí seguía él ¿Qué ha pasado? Se preguntaba. Pensaba que para esa altura tal vez necesitaría un psiquiatra. Recordó casi al instante que ella todavía tenía el muñeco vudú, probó el mismo procedimiento que uso para embrujarlo, pero esta vez para pedir que se revierta, que él recuerde todo pero que su amor por ella deje de latir. Pensó que eran las palabras adecuadas para pedir ese tipo de sortilegio.
Al llegar a su casa buscó por todos lados ese endemoniado muñequito de aspecto pacífico. Lo tenía en su poder el hijo menor, el de 3 años. Estaba jugando con él sin saber el poder maligno que ocultaba en su interior. Se lo quitó rápidamente para que no se pusiera a llorar y despertara a todo el mundo puesto que eran las tres de la madrugada. Hizo los mismas perversos e intrigantes conjuros, exactamente paso a paso como lo había hecho la mujer, solo que cambiando el deseo. Esta vez esperó que funcionara, no quería más sufrimiento, no más magia negra.
Esa noche se fue a la cama con la esperanza de que todo fuera solo una pesadilla extraña de las que siempre tenía.
Y al despertar volvió en sí y vio al perverso muñeco tirado al lado de su cama, se dio cuenta que éste no iba a ser un día normal. Y visualizó otra de sus premoniciones, se vio a sí misma saliendo de una lujosa mansión y acompañando a un hombre al hospital, pero no podía ver a quién acompañaba porque iba cubierto con una sabana.
Se levantó y llevó a sus hijos al colegio, acompañó a su amiga al trabajo y al volver a su casa durante el trayecto vio la misma mansión de su visión: grande, lujosa, de techo elevado y con cuatro grandes ventanas. Cuando se acercó al lugar vio que la policía sacaba a alguien para llevarlo al hospital. Intrigada fue a ver qué sucedía y resultó ser el cadáver de Gastón, muerto de un paro cardíaco. Sí, su corazón había dejado de latir.
Otra vez ese infernal muñeco le había dado vuelta sus palabras, ahora no podía hacer nada los muñecos vudú no resucitan personas muertas, ya no tenía efecto su sortilegio. Ya no había nada que hacer, “hay que tener cuidado con lo que deseas”, pensó. Ella había sido la causante de esta muerte y de cuantas más podría si seguía con ese muñeco entre las manos. Decidió olvidarlo, tirarlo y seguir con su vida, aunque siempre cargaría con ese inmenso estado culpa sobre su espalda y la sensación la acompañaría hasta su muerte.
Pero aún con eso en la cabeza, tomó el siniestro muñeco vudú y lo arrojó al mar de Haití. Pensando que nunca volvería a pasar nada con él.
Días después Desiree murió, fue maldecida al igual que su ex-esposo por solo tocar ese maligno muñeco vudú. Sus hijos están con su amiga y su casa quedó poseída por la presencia de ese muñeco.
Así que este es el final más feliz que se me pudo ocurrir ya que lo otro era demasiado cruel. Recuerden, el muñeco sigue en el fondo del mar de Haití ,así que, no buceen ahí a menos que quieran recordar la cara de sonrisa de oreja a oreja, el lunar y esos ojos de botón que observan todo y que llevan a cuesta su maldición eterna.
Este cuento surge a partir del trabajo realizado con "La pata del mono" de W.W. Jacobs.

No hay comentarios: