domingo, 18 de abril de 2010

DOS LECTORES TRANSPARENTES


Una tarde, mientras el señor Fantom leía en el banco en una plaza, un hombre se sentó a leer junto a él. Pronto, se dieron cuenta de que tenían el mismo libro, entonces, se sonrieron y comenzaron a conversar. Cuando oscureció, el hombre, que se llamaba Soul, invitó a Fantom a tomar café en su casa, y él aceptó.


La vivienda de Soul parecía un castillo. Oscura, con telarañas y pasadizos secretos. Como no había electricidad, Soul iluminaba el lugar con velas. Al verlas, Fantom no pudo evitar el comentario.


-Su casa parece un castillo de fantasmas.


-Amigo, a su edad, ¿cree en fantasmas?


-Y..., sí -contestó Fantom, avergonzado.


-Yo también -dijo el otro.


y, en ese momento, de improviso, ambos se desvanecieron en el aire.



Autora: Olga Drennen



Desafío: Continúen el relato a partir de la siguiente pregunta: ¿qué pasaría si sólo se hubiese desvanecido el señor Soul?

jueves, 15 de abril de 2010

UN FANTÁSTICO RECREO



Desafío:


Lean el comienzo de este cuento y continúen la historia en un borrador. Cuando sientan que está lista para ser compartida, agréguenla en comentarios. Veremos cuántos finales podemos proponer y cuál es el más creativo y original.



Recreo
(Adaptación del cuento de Ana María Shua y Paloma Fabrykant )



A las diez y media empezaba el recreo. Y con el timbre, se largaba el campeonato de bolitas. Mateo, el nuevo, venía perdiendo. Desde el lunes s colección de bolitas se había reducido drásticamente, y ese jueves ya sólo le quedaba una. Si la perdía, tendría que salir del juego y sería todavía más difícil ser aceptado por ese grupo de chicos, todos compañeros desde primer grado, que no dejaban de mirarlo raro y llamarlo "El Nuevo". Era su turno.


-¡Dale, Nuevo, para hoy! -lo instó una voz.



Mateo lanzó con furia, pero sin puntería. La bolita rodó lejos de la pista hasta caer en la alcantarilla del patio. El coro de risas no se hizo esperar.


-¡Perdió la última bolita! -gritaban los chicos- ¡Andá a buscarla, Nuevo, bajá y traela!


La alcantarilla del patio era un agujero grande y cuadrado, cubierto por una rejilla de metal. Marcos pasó la mano por una rendija y no tocó nada, sólo la oscuridad del fondo.


-¡Que baje, que baje! -aullaban los chicos como salvajes.


Mateo no lo pensó más. Levantó la rejilla y dio un salto como una zambullida, sin medir las consecuencias. Cayó, y siguió cayendo más de lo que esperaba. Se preparó para un duro golpe, pero...